Transcripción Familias autoritarias
Casi nadie es capaz de encontrar un elemento común entre un niño obediente y dócil y el típico chico malo, rebelde y desafiante, pero los expertos si lo tienen claro: ambos modos de conducta provienen de un mismo modelo de crianza, el autoritario, en el que los padres ejercen total control sobre sus hijos y demandan obediencia absoluta, provocando en ellos reacciones extremas: sumisión o rebeldia.
Ambas conductas son una clara evidencia del malestar que experimentan y corren el riesgo de desarrollar personalidades dañadas, carentes del equilibrio necesario para asumir con valentia los retos de la vida.
Crianza de control total
El modelo de crianza autoritaria prioriza la estabilidad de la estructura familiar desde la guía del padre, quien como cabeza de familia toma todas las decisiones que rigen la vida de todos sus miembros. Este modelo de autoridad sigue un orden de jerarquia inamovible, siguiendo en segundo lugar en cuanto a la autoridad la figura materna, y luego sigue el hijo mayor, si la familia tiene más de un hijo, siendo este hermano mayor el que cuida y controla a los más pequeños, los cuales deben cumplir límites claros y estrictos.
Educando desde la autoridad
En este tipo de crianza, los niños crecen sabiendo que el incumplimiento de las normas establecidas conlleva castigo y en ocasiones hasta maltrato físico. Los hijos de padres autoritarios conocen muy bien lo que sus padres esperan de ellos y en este régimen hogareño, donde la disciplina y la obediencia son principios inviolables, la opinión de los niños no es tomada en cuenta. Estos padres tienen como prioridad el orden y la educación de sus hijos y lo garantizan creando rutinas de vida muy estables.
En este modelo de crianza, los padres muchas veces prefieren ejercer la autoridad para esconder sus temores de fracasar en sus esfuerzos de formar personas de bien. De modo que les resulta más sencillo imponer un conjunto de patrones de comportamiento que sirvan como una guía para evitar los errores que llevarian al fracaso en la gestión de educar a sus descendientes.
Por otra parte, algunos reproducen los modelos de crianza que sus propios padres utilizaron con ellos, considerando que, si funcionó con ellos, también debería funcionar con sus hijos, obviando el hecho innegable de que cada ser humano es único y, por tanto, al reproducir modelos que les resulten valiosos debe hacerse desde una mirada inteligente que respete la personalidad de cada uno, sin subvalorar la capacidad que todos tienen para tomar decisiones acerca de lo que les agrada o no, y lo más saludable para ellos es que los padres jueguen un rol de guía y acompañamiento, evitando actitudes sobreprotectoras que se esconden tras dicha autoridad.
Efecto en los hijos
Debido a que este modelo de crianza es tan rígido y el incumplimiento de las normas establecidas recibe castigo, los niños de estas familias se alteran con facilidad y no muestran la alegría que debe caracterizar a un niño sano emocionalmente, siendo muy temerosos e inseguros. La poca comunicación entre padres e hijos y el ambiente severo e inflexible de esos hogares aleja a los miembros de la familia que no tienen el intercambio necesario para crecer como individuos y mejorarse entre todos.
Otra consecuencia del modelo de vida tan rígido de esos hogares es que los niños crecen sin margen alguno para la improvisación, ni el descubrimiento, lo que los convierte en adultos poco creativos para solucionar imprevistos de la vida cotidiana y con muy poca capacidad de autogestionarse. Al no tener entrenadas las habilidades comunicativas que deben aprenderse en el entorno de confianza y afecto del hogar, pues tienen dificultades para establecer relaciones interpersonales y afectivas.
Es importante señalar que, aunque el objetivo de estos padres autoritarios es formar personas de bien, al ser tan inflexibles y exigentes crean individuos inseguros que no se adaptan a entornos nuevos pues crecen bajo pautas diseñadas por sus mayores, sin tener derecho ninguno a aportar su opinión.
Esto también termina afectando su conducta, pues, aunque en presencia de los padres se muestren dóciles y disciplinados, en su ausencia adoptan conductas descontroladas que pueden terminar en acciones de desorden público, desarrollo de hábitos nocivos y resultando, en resumen, personas insatisfechas e infelices, con baja autoestima, y un desarrollo emocional dañado por la carencia de afecto y comunicación al crecer entre padres que los amaban, pero temian demostrar afecto, ignorando la poderosa y antigua verdad de que el amor todo lo puede, el amor nunca falla.
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